sábado, 14 de julio de 2018

Bienaventurados los pobres; pero hay del que retenga el salario de su jornalero.

Continúo con la entrada anterior.
Ya he comentado en anteriores ocasiones que el cristianismo no es de derechas ni de izquierdas; entre otras cosas porque no es una ideología política, sino una religión. Es cierto que tanto unos como otros han tratado de apoderarse del mensaje de Cristo para justificar su propia ideología; pero difícilmente lo podrán lograr, debido precisamente a que el cristianismo conjuga los opuestos, no defiende ningún extremo, ni siquiera el centro.
En todo caso, se podría decir que Cristo vino a la tierra para exigir a las derechas que asumiesen los postulados de la izquierda; y a las izquierdas, que asumiese los de la derecha: 

  • Respetar la iniciativa privada, pero que la colectividad vele para que a nadie le falte lo necesario (ni liberalismo ni colectivismo, sino todo lo contrario). 
  • Buscar el mayor bien común, pero sin diluir al individuo en la masa (dignidad personal de cada ser humano, con derechos inviolables). 
  • Defender la propiedad privada, como mejor medio de alcanzar el bien común; pero redistribuirla mediante un sistema impositivo justo (porque sobre toda propiedad privada pesa una hipoteca en favor de las necesidades ajenas).

La perfección del mensaje evangélico consiste precisamente en que conjuga siempre los dos extremos: dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios...

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