viernes, 20 de julio de 2018

La voluntad de Dios es nuestra norma; pero la conciencia individual es inviolable.

Siguiendo con lo expuesto en la entrada anterior, la dignidad de cada alma es tan alta, que sólo puede juzgársela atendiendo a su propia conciencia.
Es cierto que no se puede despreciar ni una tilde de la Ley, pero la Ley al final no es lo importante; lo importante es la actitud con la que actuamos. Y en esto, la Ley de Dios es totalmente distinta a la Ley o justicia humanas, que se fija únicamente en los actos externos y sus consecuencias. Para Dios, lo importante es que hayamos actuado según nuestro conocimiento del bien y el mal; y que lo hayamos hecho por amor a Dios y al prójimo.
Porque, en definitiva, lo que a Dios le importa es la medida de nuestro amor, no la eficacia en cumplir sus normas. si así lo hubiese querido, entonces no habría creado hombres, sino máquinas perfectas sin posibilidad de error... y carentes e todo cariño.

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