miércoles, 10 de octubre de 2012

¿Conocer a Dios?

¿Podemos nosotros conocer a Dios?
La respuesta es simple: como Dios trasciende todo lo que el hombre es capaz de conocer, es decir, trasciende todo lo creado, por sus propios medios el hombre no puede conocer a Dios. A lo más que puede llegar es a reconocer que debe existir un Dios que ha creado todo lo que el hombre sí es capaz de conocer. Pero llegar a conocer el ser íntimo de Dios nos está totalmente velado.
Y como Dios sabe esto mejor que nadie, ha sido Él quien ha tomado la iniciativa y nos ha revelado su ser íntimo: Yo soy el que soy; el Padre y Yo somos una sola cosa;  os conviene que Yo me marche para que el Padre envíe al Paráclito…
Es cierto que se trata de una revelación algo oscura; pero nos permite ir haciéndonos una idea de cómo es Dios. Quizá es que Dios necesita el lenguaje y los símiles humanos para tratar de explicarnos; y, claro, el lenguaje humano se queda muy corto para transmitir tan complicada realidad. Y es que nos resulta muy difícil asumir que algo tan absolutamente inmenso como es Dios sea tan simple: es el que es, aquél cuyo ser no depende de ningún otro. Pero por otra parte, también nos resulta difícil comprender que el único Dios sea tres personas…: lo simple se nos complica demasiado.
Alguien dijo que si Dios fuera comprensible para el hombre, entonces sería un dios creado por el hombre (al estilo de los dioses paganos del Olimpo), no un Dios creador del hombre.
Pero Dios se revela, y se revela a todos. ¿Por qué unos le reconocen mejor que otros? ¿Por qué unos llegan a amarle y otros ni siquiera consiguen reconocerle?
Es muy sencillo: porque algunos buscan con el corazón limpio y logran ver muy claro, mientras que a otros la suciedad de su corazón les impide a penas reconocer nada. El que quiera que haga la prueba de tratar de ver a través de unas gafas empañadas por la soberbia o el egoísmo: no logrará ver más allá de sus propias narices.

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