jueves, 25 de octubre de 2012

¿Buenas personas?

El Cristianismo no es un camino para llevarnos a ser “buenas personas”; el Cristianismo pretende hacernos perfectos, aunque nunca lo logremos en esta vida. Ya comenté en una entrada antigua [el jardín del alma] que nuestra vida espiritual se parece a un jardín: no basta con que no haya cardos, sino que debe tener flores hermosas y olorosas. Por lo mismo, no basta con que el cristiano se limite a no “hacer mal a nadie”, sino que es necesario que haga el bien, mucho y a muchos. Y creo que es esta falta de obras buenas, positivas, lo que hace sospechar del cristianismo a lo que nos ven desde afuera.
En este sentido, tan lejos está de la perfección el que se limita (quizá como postura vital más cómoda) a “ser buena persona” que el que no tiene escrúpulos para aprovecharse de los demás: ninguno de los dos colabora al bien. Por supuesto, desde un punto de vista simplemente ciudadano, siempre es mejor no hacer mal a los demás; pero esta postura cómo da a veces nos lleva a consentir injusticias que deberíamos tratar de evitar; y en estos casos, nuestra omisión se parece mucho a la acción mala de los demás.
Y desde el punto de vista espiritual, todo hombre alejado de Dios y anclado en una postura egoísta con respecto a los demás, está muy lejos de su perfección como ser humano.
Lo que Cristo pretendió con su encarnación y su mensaje fue transformar al hombre en una criatura nueva, incardinarla en Dios; y esta transformación puede ser más fácil y profunda en los que llevan una “mala vida”, que en los que nos conformamos con “no hacer mal a nadie”. El Evangelio está lleno de ejemplos del empecinamiento de los buenos y el arrepentimiento de los malos.

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