viernes, 23 de marzo de 2007

El pecado.

Nuestra vida es como un vehículo que va circulando.

Lo ideal es que sea Dios mismo quien lo dirija, ya que Él es quien mejor sabe hacerlo y quien nos puede llevar al mejor destino.

Pero muy habitualmente nos ponemos nosotros mismos al volante. Lo curioso es que esto suele ocurrir especialmente cuando aparecen dificultades, cuando atravesamos un banco de niebla o la carretera cruza un desfiladero. Entonces nos ponemos nerviosos, dejamos de confiar en Dios y tomamos las riendas de nuestra vida, no vaya a ser que Dios nos lleve a donde no queremos ir, que no haga caso de nuestro criterio. Si acaso, aceptamos alguna sugerencia de su parte; pero la última palabra nos la reservamos.

Si esto ya es absurdo, más absurdo es el pecado.

Cuando pecamos es como si le dijésemos a Dios que se bajase del coche: de ese coche que Él nos ha regalado; a Él, que fue quien nos enseñó a conducir; a pesar de que la gasolina que llevamos en el depósito nos la acaba de regalar Él mismo. Entonces le decimos: ¡lárgate ya!, que quiero dar una vuelta con mis amigos; quédate en esa acera plantado bajo la lluvia, que luego volveré a recogerte.

La verdad es que habitualmente volvemos a recogerle muy compungidos; y que Él se sube otra vez a nuestro lado, sabiendo con certeza que unos kilómetros más adelante volveremos a dejarle plantado.

Así visto, nos parece un horror nuestro comportamiento: se ve clara la maldad del pecado, del rechazo de Dios.

Pues la realidad es mucho peor: no es que nos haya regalado un coche, nos haya enseñado a conducir y nos pague la gasolina. Es que nos ha dado la vida y todo lo que somos y tenemos; y así nos mantiene; y ha muerto por nosotros en la más atroz de las torturas... para que de vez en cuando le dejemos plantado bajo la lluvia y nos vayamos a dar una vuelta con nuestros amigotes.

Dios mío, que siempre te deje conducir mi vida.



martes, 20 de marzo de 2007

Cursillos de Cristiandad

Después de mucho tiempo vuelvo a publicar... y es para comunicaros un descubrimiento que he hecho.
Este fin de semana lo he pasado en Los Negrales (Madrid) haciendo un Cursillo de Cristiandad. Yo no conocía los Cursillos, a pesar de estar en contacto con muchos de los movimientos e instituciones de la Iglesia. Casi por casualidad he participado en uno ... y no podría haber salido más contento.

Como tantas otras actividades parecidas, son una magnífica ocasión de encontrar a Dios, o de estrechar lazos con Él. Dos son las principales característidas que diferencian a los Cursillos de, por ejemplo, los cursos de retiro o los ejercicios espirituales:

  • Puede participar cualquiera, desde personas totalmente alejadas de la religión hasta sacerdotes en pleno ejercicio de su ministerio.
  • Te acercan más a Dios... pero lo hacen conjuntamente con otras personas.

Vivir la conversión en comunidad es algo que nunca había experimentado: acercarte simultáneamente a Dios y a los demás es una experiencia única que te deja el alma como en carne viva para una temporada.

En definitiva, son altamente recomendables... casi, casi, me atrevería a garantizar el resultado.

No quiero contar más... ¡id y veréis!

domingo, 24 de diciembre de 2006

¡FELIZ NAVIDAD!

Sí, feliz Navidad; es decir, feliz Natividad del Señor.













Hoy conmemoramos el hecho más importante que jamás ocurrió en la Historia: el mismo Dios se hace hombre... y lo hace para salvarnos. Desde ese instante el rumbo de la humanidad cambió: ahora las riendas las lleva Dios... aunque nosotros sigamos sin entender "sus caminos"; y cada vez que acudimos a Él implorando "Señor, sálvanos que perecemos", Él sigue contestándonos: "todavía no tenéis fe".

Y es que todavía no nos creemos que, desde la primera Navidad, el rumbo de la humanidad no es otro que el de nuestra salvación... a pesar de los pesares... y a pesar de lo mal que puedan parecernos las cosas en nuestros días: el triunfo de Dios -el nuestro- está asegurado.

Lástima que, como celebramos esta importantísima conmemoración cada año, ya casi hemos olvidado que se trata del día más importante, junto con la Resurrección del Señor... y no por los turrones, las reuniones familiares ni los deseos de paz, sino porque ya nada puede torcer el buen rumbo de la humanidad... ni siquiera la torpeza y maldad humanas.

Por todo esto: ¡feliz Natividad del Señor!

lunes, 4 de diciembre de 2006

¿Qué es más razonable?

A los creyentes nos acompleja pensar que nuestra Fe no es razonable, que no podemos transmitir nuestros convencimientos a los demás si éstos no creen. Nada m´s lejos de la realidad.

En primer lugar la fe es una forma de conocimiento tan válida como cualquier otra... y diría que es la más habitual. ¿No es fe cuando me creo la información que me ofrece la prensa? ¿No es fe cuando me creo las afirmaciones científicas que no puedo entender por falta de conocimientos previos? ¿No es fe cuando me creo los datos históricos que otros me ofrecen; o los datos geográficos que leo en los atlas? ¿No es fe la del científico que admite el resultado pensando que ha realizado el experimento correctamente? Pues va a resultar que uso la fe para aceptar cualquier cosa; pero cuando se trata de Religión, ¡entonces exijo que me lo expliquen!

Por esto, quiero ahora comparar la postura social que ofrece mi Fe católica y la que ofrece la sociedad científica y plural, para ver qué es más razonable.

Qué es más razonable: el respeto a la vida -desde que ésta se concibe hasta que se pierde- que propugna el cristianismo, o la propuesta de eliminar al hijo no deseado símplemente por eso, porque no lo deseo... como si la vida de alguien pudiese depender de deseo de otro.


Qué es más razonable: la propuesta de amor hasta que la muerte nos separe, sobre la que se puede construir un matrimonio estable y feliz, o convertir el matrimonio en el único contrato que puede disolverse sin mediar explicación alguna.


Qué es más razonable: la propuesta cristiana de amarnos mutuamente como a nosotros mismos, o el liberalismo actual de hacer cada uno lo que le apetezca siempre que no perjudique a otro ... y cuando le perjudique -aborto, eutanasia, explotación, etc- ya buscaremos alguna excusa.

Qué es más razonable: el consejo evangélico de compartir lo que tenemos, o la solidaridad ONG de dar lo que nos sobra.

Qué es más razonable: el mandato bíblico de creced y multiplicaos y henchiz la Tierra, o la homosexualidad estéril dedicada a la satisfacción de los propios deseos.

Qué es más razonable: adorar al Dios que nos ha creado, o blasfemar contra un dios en el que ni siquiera se cree.

Qué es más razonable: afirmar que los Derechos Humanos son universales y afectan a todos los hombres porque Dios nos creó iguales; o afirmar que son derechos humanos porque así lo determinaron algunos hombres reunidos en la ONU.

Qué es más razonable: el mandato apostólico de amar a tu mujer como Cristo amó a su Iglesia (entregando la vida), o las leyes de violencia de género que enfrentan a los cónyuges.

Qué es más razonable: el ayuno evangélico para mantener el espíritu en forma y dar al que tiene hambre, o la dieta carísima para mantener la línea esbelta.
Qué es más razonable: retirarse a hacer un rato de oración y de paso dar gracias a Dios por todo lo que tenemos, o acudir a "la vidente" para que nos tome un poco el pelo y nos saque la perras. O qué es más razonable, acudir al confesor para pedir perdón a Dios de nuestras faltas, o acudir al psicólogo para que cambie nuestra forma de ser a 60euros la hora.

Qué es más razonable: el mandato Católico universal de ir y evangelizar a todas las gentes haciendo de todos discípulos de Cristo, o los absurdos regionalismos que nos dividen y enfrentan a muerte.

Qué es más razonable: controlar la propia actividad sexual por amor a Dios, o tener como dios al sexo.

...y no sigo porque sería una tarea inacabable...

¿Hay todavía quien se sienta acomplejado porque su Fe no es razonable?

Cultivar nuestra alma

Nuestra alma es como un campo: en esa tierra pueden crecer tanto los cardos y malas hierbas como las flores.
Si nos dedicásemos exclusivamente a arrancar las malas hierbas y cortar los cardos, tendríamos un terreno limpio, pero no un jardín. Si cultivamos flores preciosas, pero no eliminamos las malas hierbas, el jardín no podrá lucir.
El ideal es hacer ambas cosas: cultivar lo bonito y evitar los cardos.


Así pasa en nuestra alma, si sólo nos limitamos a evitar los pecados, tendremos un alma limpia; pero no hermosa. Por otra parte, pretender hacer obras buenas sin evitar el pecado sería un absurdo que nos llevaría a tener un alma aborrecible. Quizá la táctica más acorde con el mensaje evangélico sea cultivar activamente las obras buenas y estar atentos a eliminar las malas obras en cuanto aparezcan. Dedicarse obsesivamente a luchar contra el pecado no tendría sentido si, simultaneamente, no cultivamos las obras buenas.

Santa Teresa de Jesús explicaba cómo debe ser el cultivo del alma en una de sus memorias:


"Qué fácil resulta librar el combate entre el bien y el mal y decidirse a favor del bien; pero cuando nos debatimos interiormente entre el bien y lo que es un bien mejor, la situación es enteramente otra".

Nuestra preocupación debe situarse en el nivel de elegir entre los mejores bienes (cultivar las flores más hermosas), dando por descontado que rechazaremos el mal (arrancaremos los cardos) en cuanto se presente.


lunes, 27 de noviembre de 2006

Permanecer con Cristo

Siguiendo con el tema de la Eucaristía, no puedo quitarme de la cabeza la idea de que aquí está la clave de lo que está ocurriendo actualmente en "la fe católica" -por así llamarla, ya que Iglesia es un término que puede llevar a confusión-.

Cuando Jesús pronuncia el discurso eucarístico (capítulo 6º del evangelio de San Juan) no deja lugar a dudas sobre la importancia de lo que está anunciando: "... en verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que como mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como el padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así, aquel que me come vivirá por mí" (Jn 6, 53-57).


Jesús podría haber explicado a sus discípulos que se trataba de la transubstanciación del pan y el vino... pero prefirió exigirles un acto de fe absoluta en sus palabras: "Dura es esta enseñanza, ¿quién puede escucharla?" (Jn 6,60). "Desde entonces muchos discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él. Entonces Jesús dijo a los doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna..." (Jn 6, 66-69).
Y es que Jesús lo que nos pide constantemente es fe en Él, lo entendamos o no...

Desde el punto de vista humano no es comprensible que dejase marchar a tantos discípulos (incluso pregunta a sus apóstoles si también ellos quieren irse), simplemente porque no considera oportuno explicarles sus palabras... pero Jesús sabe muy bien lo que está haciendo: prefiere no tener discípulos a que éstos le sigan sin fe.

Y trasladando esta situación a nuestro tiempo, me pregunto si Jesús no prefiere que sus discípulos sigan marchándose de su lado antes que retenerles sin fe: todo aquél que no crea en la Eucaristía puede irse... aunque se quede sólo con otros doce y tenga que
volver a empezar.

Dando la vuelta a esta afirmación: si queremos permanecer en Cristo, tenemos que encontrarle en la Eucaristía.

Es lo más razonable... después de leer el capítulo 6 del evangelio de San Juan.

viernes, 17 de noviembre de 2006

Nuestra Fe en la Eucaristía

Me empeño en este blog en conciliar Fe y razón, porque es bueno dar las razones de nuestra fe a los que no la comparten; y también a los que la comparten, para que éstos puedan explicarla a otros. Por ejemplo, uno de los aspectos más olvidados de estas razones es el hecho de que la moral social cristiana es el camino que los siglos han demostrado como mejor para obtener el bien común.
Pero este empeño en razonar no nos puede hacer olvidar que para un cristiano lo fundamental no es el entendimiento, sino la Fe... Dios no pide que le comprendamos, sino que confiemos en Él. Así lo ha demostrado durante toda la revelación... desde que Moisés en Meribá golpeó dos veces la roca, hasta el miedo de Pedro andando sobre las aguas (¿por qué has dudado, hombre de poca fe?).
Creo que en la actualidad Dios nos sigue pidiendo un signo de fe similar; fe absoluta en lo que no tiene ni puede tener ningún apoyo racional: la presencia real de Cristo en la Eucaristía (sacramento de nuestra Fe). De alguna manera, Dios quiere que su Iglesia renueve cada día esta Fe y la mantenga frente al mundo materialista, que no puede admitirla.
Parece como si supeditase a esta actitud el apoyo que de él necesitamos... y confirma esta sensación el hecho de que Juan Pablo II dedicase el que iba a ser su último año de pontificado precisamente a la Eucaristía.
Hasta que la Iglesia no recupere plenamente esta Fe con hechos públicos, seguiremos cerrados a recibir toda la gracia que Dios quiere e
nviarnos...

lunes, 13 de noviembre de 2006

¿Que es convertirse?

Ya he dicho que Medjugorje quizá sea el mayor centro espiritual del mundo, no por su producción intelectual o teológica -sus mensajes son muy sencillos-, sino por el número y la importancia de sus conversiones.

Pero, ¿qué es convertirse?... y aquí está la clave.

En Medjugorje los peregrinos no deciden hacer algo más relacionado con su fe, sino que cambian la idea misma de Fe. La oración, unida a esa inmensa Gracia de Dios que allí todo lo impregna, nos posibilita vernos a nosotros mismos con ojos de eternidad. No se trata de hacer más cosas externas, sino de transformarnos internamente, de modificar de raíz nuestra relación con Dios: depositar en Él toda nuestra confianza, basada en su omnipotencia, su sabiduría y su misericordia.

En esto consiste la auténtica conversión: en traspasar a Dios la dirección de nuestra vida; en la certeza de que será haciendo su voluntad como alcanzaremos la felicidad... primero aquí en la tierra y después eternamente en el Cielo. Recuerdo ahora un párrafo de Eugene Boylan (El Amor Supremo), que ya me impresionó la primera vez que lo leí... pero que ahora me parece especialmente actual:

"Nosotros tenemos nuestros propios planes para nuestra felicidad, y demasiado a menudo miramos a Dios simplemente como alguien que nos ayudará a realizarlos. El verdadero estado de las cosas es completamente al contrario. Dios tiene sus planes para nuestra felicidad, y está esperando que le ayudemos a realizarlos. Y quede bien claro que nosotros no podemos mejorar los planes de Dios."

Esto es lo que le lleva a Abraham a dejarlo todo y entregar incluso a su hijo amado... le lleva a San Mateo a dejar su negocio... a San Pablo a predicar a Aquél al que perseguía... y a la Madre Teresa de Calcuta a entregarse a los más pobres de entre los pobres... en contra de cualquier cálculo o razonamiento humano... abandonados a la llamada de Dios...

Lo demás no es conversión... es seguir empeñados en nuestro minúsculo plan y reducir a Dios al papel de simple colaborador nuestro.

miércoles, 8 de noviembre de 2006

He estado en Medjugorje

Medjugorje es un pequeño pueblo de Bosnia, famoso porque desde hace 25 años seis videntes dicen que se les aparece la Virgen.



He estado allí con toda mi familia y la satisfacción que siento no podría ser más grande. No fui buscando morbo sobre apariciones de la Virgen, sino que fui a rezar en el que puede ser uno de los centros espirituales más importantes del mundo. Y, desde luego,... ¡he rezado como pocas veces en mi vida!; y también me he convertido, a pesar de que creía que ya era un buen fiel cristiano... Además, vuelvo con la seguridad de que la Virgen no es que se aparezca, ¡es que se ha instalado permanentemente en aquél lugar!

En Medjugorje la Gracia de Dios se nota como si fuese la niebla de Londres: en el momento en que uno se apea del autobús queda empapado; y con este "empape", a uno le da igual subir al Podbrdo rezando el rosario, subir al Krizevac rezando el Vía Crucis o asistir a la Oración Vespertina en la Parroquia de Santiago... todo es presencia de Dios, presencia de María.

Quizá lo más curioso es la normalidad con la que se vive todo esto, sin aspavientos ni alardes, rodeado de cientos de personas que también se sienten "empapados" en Gracia de Dios, escuchando frases en croata (que por supuesto no entiendo) que le llegan a uno al corazón... como si el "don de lenguas" le permitiese a nuestra alma entender el mensaje con independencia del idioma en el que lo escuchamos. Se puede hacer un acto penitencial en el comedor de la pensión y luego caminar en silencio por las calles hasta los confesonarios, sin que la ciudad nos distraiga de nuestra oración... porque todo allí lleva a la oración.

Parte de esta "normalidad" es que Filka -nuestra joven "guía turística"- se empeñase en enseñarnos a rezar y ayunar los miércoles y viernes... y, por supuesto, rezase y ayunase ella misma.

¿Son todo esto pequeños (o grandes) milagros?

Y también está el Oasis de la Paz, la Capilla de la Adoración... y la Comunidad del Cenáculo...
En el Cenáculo hemos conocido ex-drogadictos y ex-presidiarios con una categoría humana y espiritual excepcional... todo gracias a la "Cristo-terapia" (trabajo y oración, sin medicación alguna). Cuando un joven pasa en pocos años de la mayor degeneración (la droga) a la vocación al sacerdocio o las misiones... ¿es esto un milagro?

Y eso que no he podido
conocer las conversiones que los sacerdotes que nos acompañaban pudieron constatar desde el confesonario.

La Virgen no se aparece en Medjugorje todos los días... ¡VIVE ALLÍ!



http://medjugorje.hr.nt4.ims.hr/News.aspx

martes, 17 de octubre de 2006

Fe, Razón y Finanzas

Recientemente se ha firmado un acuerdo entre la Iglesia Católica y el Estado por el que se modificaba la aportación estatal a la financiación de la Iglesia. Según ha reconocido la propia Conferencia Episcopal, el acuerdo ha sido positivo y mantendrá un nivel de aportación del Estado similar al actual; pero con la ventaja de que ahora toda aportación vendrá respaldada por un contribuyente que habrá marcado la casilla correspondiente de su declaración de renta.

No obstante, la ciudadanía en general no entiende bien por qué el Estado -que es aconfesional- debe financiar a la Iglesia Católica. Aunque esta postura es un poco hipócrita (ya que nadie se pregunta por qué el Estado financia el cine, el deporte o a los homosexuales), creo que es conveniente estar bien informados para saber dar respuesta.

En primer lugar, se debe conocer que la financiación de la Iglesia la efectúan principalmente sus propios fieles, mediante sus aportaciones directas; la aportación del Estado, de unos 144 millones de euros anuales, sólo cubre entre el 20 y el 30% de los gastos. Ese importe que entrega el Estado, por indicación de un 33% de los contribuyentes que marcan su casilla en la declaración, se reparte entre 69 diócesis y 23.000 parroquias, por lo que queda muy distribuido (un millón de pesetas por parroquia y año). Esto permite que un Obispo cobre un sueldo de 864 euros al mes, y los sacerdotes entre 600 y 800, además de la cotización mínima a la Seguridad Social, sin derecho a baja ni paro por lo que cuando se jubilan cobran las pensiones mínimas. Como puede verse, ¡no será el sueldo lo que promueva vocaciones!

Las razones por las que el Estado debe ayudar a la Iglesia son muchísimas y de peso: enunciaré algunas para que podamos utilizarlas en debates domésticos.

El artículo 16.3 de nuestra Constitución dice: Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones. La cooperación Iglesia-Estado no depende del Gobierno de turno, sino que es un mandato constitucional... el que la rechace, se sale de la Constitución.

En el siglo XIX, cuando la desamortización de Mendizábal, se expropiaron los bienes de la Iglesia sin compensación alguna: por lo tanto es de justicia que o se los devuelvan o se le ayude... al igual que se ha hecho con los sindicatos y otras organizaciones que, por cierto, no tienen entre todas juntas ni la mitad de "afiliados" que la Iglesia.

Si van a Misa unos 7 millones de fieles cada semana, ¿por qué no financiar esa "actividad" con los mismos impuestos que pagan esos fieles?... como se hace con el cine, el teatro o los deportes... que tienen muchos menos "espectadores". Debemos recordar que el Estado no da nada, simplemente reparte entre los ciudadanos el dinero que éstos han pagado con sus impuestos.
¿Cunto vale la aportación que la Iglesia con la enseñanza de su doctrina hace a la sociedad? El Decálogo (no robarás, no matarás, no cometerás adulterio, etc...) es la mejor manera de promover la estabilidad y paz social; sin la Iglesia Católica, la situación española estaría -si cabe- peor que ahora, con más delitos, más rupturas familiares, delincuencia juvenil y drogodependientes, mucho más SIDA y muchos menos nacimientos... que es el gran problema de España para las próximas décadas. Todo esto, ¿cómo se paga?

Además, debemos conocer la labor social que la Iglesia realiza directamente: 90 hospitales, 111 ambulatorios, 933 asilos de ancianos, 284 orfanatos, 104 centros familiares, 81 centros acogida a toxicómanos y SIDA, 2.833 otros centros asistenciales y 23.000 centros de Cáritas Parroquial. Quizá uno de los datos más desconocidos es que hay 146 capellanes carcelarios que con 2.793 voluntarios atienden a los presos de nuestras cárceles.

Y si queremos descender a la aportación económica que la propia Iglesia hace al Estado, tendremos que hablar del ahorro que suponen los Centros Educativos concertados en los que la Iglesia escolariza a 1.741.697 niños, con un coste para el Estado de sólo 1.841 euros niño/año, cuando en los centros estatales el coste es de 3.518 euros niño/año. Esto, que sólo es posible gracias a la dedicación gratuita de infinidad de religiosos y religiosas, le supone al estado un ahorro de 2.920 millones de euros al año... ¡contra una aportación del Estado de sólo 144 millones!

Creo que después de repasar estas razones, no sólo queda justificada la aportación del Estado a la financiación de la Iglesia, sino que se pone de manifiesto que es bastante tacaña, sobre todo si la comparamos con la generosidad con que se subvencionan otras instituciones que son exclusivamente parasitarias.

Que no se nos olvide marcar la casilla en la declaración... y animar a otros a hacer lo mismo: ¡ahora toda la aportación del Estado depende de ello!

martes, 26 de septiembre de 2006

Es sencillo ser cristiano

En el fondo, el esquema del cristianismo es muy sencillo: amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo. Pero esta sencillez es tan radical, que para eludirla complicamos el cristianismo con multitud de otras cosas que, en el fondo, lo hacen mucho más fácil; otros, por el contrario, se centran sólo en uno solo de los dos amores que debemos tener, para reducir así parte de nuestras obligaciones.

Ninguna de esas dos posturas vale...

No vale amar a Dios "tanto" que nos olvidemos de nuestros hermanos... o que pensemos que a ellos tambén les debería bastar con amar a Dios... y que cualquier otra cosa (de las muchas que a nosotros nos sobran) no les será imprescindible.

No vale amar al prójimo "tanto", que les queramos dar de todo menos aquello que realmente les haría felices: mostrarles a Dios... para lo que, por otra parte, deberíamos haberle encontrado nosotros antes.

Lo único que vale en el cristianismo evangélico es amar y servir a Dios de la única manera que Él quiere ser amado y servido: amando y sirviendo al prójimo por amor a Él; y distribuyendo entre los demás todo lo que de Dios recibimos: empezando por los dones espirituales y terminando con los bienes materiales.

La Madre Teresa de Calcuta, ese formidable ejemplo de cristianismo evangélico radical, no se cansó de repetir: Cada vez que menospreciamos a uno de nuestros hermanos porque es pobre o enfermo, es a Cristo a quien humillamos. Cuando nos dirijamos a alguien, recordemos que Cristo vive en esa persona.

martes, 16 de mayo de 2006

La Vida Humana

La Vida
¿Que es la vida? Esta es una más de las grandes cuestiones que nuestros científicos no saben responder. Los que más se han acercado son los filósofos: "vida es la capacidad de obrar". Pero esta definición a la gente de la calle nos dice muy poco. Todos sabemos que la vida humana es algo muy grande y muy importante... pero como no sabemos por qué, no acabamos de defenderla adecuadamente. Así hay algunos que piensan que la vida antes del parto no merece la pena ser protegida... y que la vida de los enfermos o ancianos no merece la pena ser vivida.
Yo creo que la vida es fundamentalmente una oportunidad para amar y ser amado. Es lo principal que distingue la vida humana de cualquier otra forma de vida; y, por supuesto, de la simple materia. Es esta oportunidad única e irrepetible lo que hace a mi vida importante: si se pierde nada podrá sustituirla. La vida de todo ser humano hay que respetarla porque alguien la está amando infinitamente: Dios; porque los demás podemos amarla -en especial los más cercanos-; y porque todo se humano puede amar a los demás.
Si una madre odiase la vida que lleva en su seno, que Dios ama y que ella debería amar -y un médico quiere sacar provecho económico de este odio-, el Estado debe evitar que la destrucción de esa vida se lleve a cabo, porque de otro modo se destruiría la oportunidad de que ese niño llegue a amar y ser amado.
Así visto, no hay calidad de vida tan ínfima que no merezca la pena ser vivida, ya que en cualquier caso es una oportunidad de amar o ser amado: si a esos tetrapléjicos a los que se quiere eliminar para que no sufran, se les amase y se les diese la oportunidad de amar, su vida sería, en lo fundamental, tan plena como la de cualquier otro en plenitud de sus facultades... y así ocurre en la mayoría de los casos.
Y es que el mundo occidental ha olvidado que no estamos aquí para disfrutar -lo que no nos distinguiría de los animales- sino para amar... y es el amor lo que da sentido pleno a nuestra vida... cualquiera que sea.

miércoles, 10 de mayo de 2006

Deus Caritas Est

El Papa Benedicto, con su primera encíclica "Deus Cáritas Est" (Dios es Amor), ha querido iniciar su pontificado indicándonos cuál es el origen y final del cristianismo: el amor. Y ha querido tratar tanto del amor de Dios al hombre, como del amor del hombre a Dios y del amor entre los hombres; y de éste último, del más importante: el amor entre hombre y mujer.

Nos recuerda el Papa que el fundamento del cristianismo no es un compendio de ritos y normas, ni siquiera se fundamenta en nuestro decálogo moral. Ser cristiano es amar; y si no se ama, de nada sirven ni los ritos ni la moral. Si queremos difundir el cristianismo -ese credo tan desconocido hoy en día en occidente-, no podemos empezar por intentar recuperar el código moral que funcionó hasta ahora... Tenemos que empezar por el fundamento, por transmitir amor. Ésta fue la señal que distinguió a los cristianos cuando se los comparaba con la sociedad romana, tan disoluta como lo es la nuestra: ¡mirad cómo se aman! Si no conseguimos que primero se difunda el amor, no lograremos recuperar ningún código moral ni ético.

Sin embargo, nos hemos empeñado en lo contario, en enfrentarnos de plano a los que no opinan como nosotros, fomentando la confrontación y rezumando odio hacia quienes revientan nuestro código moral... y, claro, no nos hacen caso. No nos preocupamos por el prójimo, por sus problemas, por sus razones o debilidades: simplemente le exigimos que reconozca su errores y rectifique.

Nos hemos olvidado de la caridad: si comenzásemos con asumir esa obligación de manifestar nuestra solidaridad no con el mero rechazo del mal ajeno, sino con una lucha empeñada en conseguir el bien común. Si empezamos por implantar la Doctrina Social de la Iglesia, con radicalidad, no sólo en su aspecto moral (defensa de la vida, la familia y la libertad de enseñanza, que son principios irrenunciables), sino también en sus aspectos sociales y económicos, entonces nos resultará más fácil convencer de las bondades de la concepción cristiana de la sociedad.... recordar al mundo que ha sido esta concepción cristiana la que ha llevado a occidente al grado de dignidad humana que ha alcanzado.

Nos recuerda el papa Benedicto en su encíclica que la justicia social no es el objetivo directo de la Iglesia... pero también afirma que la justicia es la base de la caridad. La única amanera de compaginar ambas afirmaciones es adjudicando a los cristianos, a cada uno en particular, ese cometido de practicar la caridad luchando por la justicia social. Esto lo entendió muy bien la madre Teresa de Calcuta -misionera de la caridad, como forma más efectiva de ser misionera de la fe-: amando a los más necesitados transmitió nuestra fe de forma mucho más efectiva que predicando dogmas y moral.

Y es que el cristianismo solo tiene una dimensión: la mística, la moral y la caridad [nuestro compromiso por la cuestión social] deben ir unidas
.

lunes, 13 de marzo de 2006

Dios en el banquillo

Una de las mayores osadías de la sociedad actual no es que se niegue a rendir cuentas a Dios, sino que se permite sentar a Dios en el banquillo y juzgar sus actos. C. S. Lewis (el autor de las Crónicas de Narnia entre otros muchos e importantes libros) ha escrito un magnífico ensayo con este mismo título: "Dios en el banquillo".

Con excesiva frecuencia nos atrevemos a pedir cuentas a Dios. Le exigimos que nos explique por qué fulano ha muerto, por qué ese terremoto ha sido tan desastroso, o por qué hay hambre en el mundo. [Esto último solemos preguntárselo después de terminar alguna de nuestras opíparas comidas, sin habernos privado ni de una miga.] Esto es una doble osadía: por una parte, no somos quiénes para pedir cuentas al Creador, cuando nosotros mismos fallamos constantemente; por otra, atrevernos a preguntar presupone que esperamos entender la respuesta, que nuestra capacidad intelectiva está a la altura de Dios, que entenderemos sus planes a largo plazo... y esta presunción raya en la locura.

Espero que Dios nos perdone también este pecado de soberbia, ya que le consta que nuestras limitaciones humanas e intelectuales son grandes; ... porque somos más tontos que malos... y más débiles que tontos.

Y es que olvidamos que Dios hace sus planes respetando la libertad humana, que es lo que más valora porque es la libertad lo que nos permite amar. Aunque nos parezca lo contrario, Dios está jugando maravillosamente bien esta partida de ajedrez que es la Historia; y ésto es verdad, aunque nosotros no entendamos cuál es el objetivo de cada uno de sus movimientos. Pero lo realmente impresinante, es que está jugando la partida con figuras libres, que pueden aceptar su designio o no. ¿Os imagináis que un jugador decidiese comerse un peón con su caballo, y que éste se negase? ¿Cómo podría jugar la partida? Pues bién, Dios está jugando la gran partida de la Historia en estas condiciones, con figuras que se le rebelan constantemente... y, aún así, la va a ganar!

Que esta sea nuestra esperanza cuando nos enfrentemos con lo que no logramos entender, no pidamos tantas cuentas a Dios -que sabe muy bien lo que se hace- y revisemos detenídamente cómo le ayudamos con nuestra pequeña aportación.

jueves, 9 de marzo de 2006

¿Dónde está el alma?

Una de las excusas más tontas para no reconocer la espiritualidad del ser humano es que la biología todavía no ha encontrado dónde se sitúa el alma humana. Y digo que es una excusa tonta porque si pudiésemos situarla en alguna parte concreta del cuerpo humano, entonces ya no sería el principio espiritual del hombre, sino parte de su organismo material.

No obstante, no suelo rendirme fácilmente ante los retos; y creo que puedo decir dónde se encuentra el alma humana. Voy a ello:

Si nos dan un golpe en una pierna, enseguida notamos dolor en el sitio en el que nos han golpeado. Quizá, si no fuese por el dolor, ni siquiera seríamos conscientes de esa parte de nuestro cuerpo. Esto ocurre especialmente con nuestros órganos internos: si no nos duelen, ni nos acordamos de que existen.

Pues bien, si nos dañan el alma insultándonos, atentando contra nuestra dignidad o la de nuestros seres queridos, enseguida nos duele...; y muchas veces es un dolor más intenso que el que poduce un golpe o una enfermedad. Otras veces lo que duele es el amor o el desamor...
¿Dónde nos duele? Desde luego no es una parte concreta del cuerpo, aunque se nos encoja el estómago; pero nos duele... de esto estamos seguros. Lo que ocurre es que cuando el golpe lo recibe nuestro espíritu, lo que nos duele es el alma... Ya sólo tenemos que determinar dónde nos duelen el amor o las humillaciones, para saber dónde está el alma... ; pero lo que es seguro es que tenemos alma, porque a veces nos duele... y mucho.

miércoles, 8 de marzo de 2006

La Sabiduría

La Sabiduría es aquella facultad humana que nos permite dirigir nuestra vida hacia la felicidad, la auténtica felicidad. Sabio no es el que sabe muchas cosas, sino el que rige su vida sabiamente. No es fácil, y sin las "pistas" que Dios nos da le sería muy difícil al hombre actuar siempre sabiamente.

Interesado por este tema, acudí al libro de la Biblia que más relación tiene con él: se trata, por supuesto, del Libro de la Sabiduría. Sólo en los dos primeros capítulos ya se encuentran "pistas" fundamentales para actuar sabiamente. Además, pone de manifiesto lo poco que ha cambiado el carácter humano en estos 23 siglos que han transcurrido desde que se escribió; y lo actuales que son sus consejos [en azul mis comentarios]:

1.1 Gobernantes de la tierra, amad la justicia, tened buena idea del Señor y buscadlo con corazón sincero.
2 Los que no le exigen pruebas pueden encontrarlo; Él se manifiesta a los que no desconfían de Él.
[resulta curioso cómo en el mundo actual que reniega de Dios, se le exigen pruebas de su existencia y se desconfía de su providencia, de forma que le impedimos manifestarse].

3 Los pensamientos torcidos alejan de Dios. Su poder, cuando es puesto a prueba, deja sin palabras a los insensatos. 4 La sabiduría no entra en un alma perversa, ni vive en un cuerpo entregado al pecado. [no nos extrañe que una sociedad que la aceptado todas las aberraciones sexuales que la humanidad ha ido acumulando en miles de años -y que se refocila en este lodo- no logre encontrar el camino de su felicidad]
5 El santo espíritu, que es maestro de los hombres, nada tiene que ver con el engaño; se aparta de los pensamientos insensatos y se retira cuando está presente la injusticia. [qué poco inspira el Espíritu Santo a los gobernantes que no buscan la Justicia]
6 La sabiduría es un espíritu amigo de los hombres, que no perdona al que injuria a Dios con sus palabras; Dios es testigo de lo más íntimo del hombre, es vigilante sincero de su corazón y escucha todo lo que dice. 7 En efecto, el espíritu del Señor llena la tierra, da consistencia al universo y conoce lo que dice el hombre. 8 Por eso, quien dice cosas malas no puede esconderse, ni podrá escapar del juicio y de la acusación de Dios. 9 Los pensamientos del malo serán investigados, y, como prueba de sus malas acciones, llegará hasta el Señor el informe de lo que haya dicho. 10 Dios lo escucha todo con oído atento; ni aun lo dicho en voz baja por el hombre se le escapa. 11 Evitad, por tanto, las murmuraciones inútiles y no digáis nada malo, porque incluso lo dicho en secreto trae sus consecuencias, y una boca mentirosa lleva al hombre a la muerte. [Pero nuestra sociedad actual, apóstata y blasfema, se queja a Dios cuando nos deja sentir las fuerzas de la naturaleza]
12 No busquéis la muerte con una vida extraviada, ni por vuestras acciones atraigáis sobre vosotros la perdición. [son demasiadas las prácticas de riesgo (drogas, sida, etc...) que nos exige nuestro placer como para no atraer sobre nosotros la perdición]
13 Pues Dios no hizo la muerte ni se alegra destruyendo a los seres vivientes. 14 Todo lo creó para que existiera; lo que el mundo produce es saludable y en ello no hay veneno mortal; la muerte no reina en la tierra, 15 porque la justicia es inmortal.
16 Los malos llaman a la muerte con gestos y gritos; pensando que es su amiga, la buscan con afán, y con ella han hecho un pacto, pues merecen pertenecerle.

Qué actuales son los "pensamientos de los malos" que el capítulo 2 del Libro de la Sabiduría adjudica a los infieles: los mismos errores y las misma excusas que la "civilización progresista" ha descubierto recientemente:

2.1 Razonando equivocadamente, se han dicho: "Corta y triste es nuestra vida; la muerte del hombre es inevitable y no se sabe de nadie que haya vuelto de la tumba. 2 Nacimos casualmente [ya los científicos de hace 22 siglos achacaban a la casualidad la existencia del hombre...], y luego pasaremos como si no hubiéramos existido, pues nuestro aliento es como el humo, y el pensamiento, como una chispa alimentada por el latido de nuestro corazón. [... y ya pensaban que el alma humana es sólo un conjunto de chispas entre enlaces neuronales]
3 Cuando esta chispa se apague, el cuerpo se convertirá en ceniza y el espíritu se desvanecerá como aire ligero.
4 Con el paso del tiempo, nuestro nombre caerá en el olvido y nadie recordará nuestras acciones. Nuestra vida pasará como el rastro de una nube, y se desvanecerá como neblina perseguida por los rayos del sol y vencida por su calor.
[y, por supuesto, rechazaban la posibilidad de un Juicio en el que se nos exigieran responsabilidades]
5 Nuestra vida es como el paso de una sombra; cuando llega nuestro fin, no podemos regresar. El destino del hombre queda sellado; nadie puede ya volver atrás. 6 ¡¡Por eso, disfrutemos de los bienes presentes y gocemos de este mundo con todo el ardor de la juventud! 7 ¡¡Embriaguémonos del vino más costoso, y de perfumes! ¡¡No dejemos pasar las flores de la primavera! 8 Coronémonos de rosas antes de que se marchiten; 9
que en nuestras orgías no falte ninguno de nosotros. Dejemos por todas partes huellas de nuestra alegría: ¡¡eso es vivir; para eso estamos aquí! 10 ¡¡Aplastemos al hombre honrado que no tiene dinero, no tengamos compasión de la viuda ni respetemos las canas del anciano! 11 Que la fuerza sea para nosotros la norma de la justicia, ya que la debilidad no sirve para nada. [Hasta aquí queríamos llegar: todos los anteriores razonamientos nos sirven para justificar la búsqueda desenfrenada del placer, orgías e injusticias... aunque todo esto nos lleve más a la angustia vital que a la felicidad]
12 Pongamos trampas al bueno, pues nos es molesto; se opone a nuestras acciones, nos reprocha que no cumplamos la ley y nos echa en cara que no vivamos según la educación que recibimos. 13 Dice que conoce a Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor. 14 Es un reproche a nuestra manera de pensar; su sola presencia nos molesta. 15 Su vida es distinta a la de los demás y su proceder es diferente. 16 Nos rechaza como a moneda falsa y se aparta de nuestra compañía como si fuéramos impuros. Dice que los buenos, al morir, son dichosos,
y se siente orgulloso de tener a Dios por padre. 17 Veamos si es cierto lo que dice y comprobemos en qué va a parar su vida. 18 Si el bueno es realmente hijo de Dios, Dios le ayudará y le librará de las manos de sus enemigos. 19 Sometámosle a insultos y torturas, para conocer su paciencia y comprobar su resistencia. 20 Condenémosle a una muerte deshonrosa, pues, según dice, tendrá quien le defienda.

Estos últimos versículos son los más actuales: el Mundo no soporta que se le recuerde que está equivocado, que la felicidad no está en el placer o el egoísmo, que su rechazo de Dios es la causa de su angustia... e insulta y deshonra a los que ponemos en Dios nuestra confianza... y así alcanzamos la felicidad ya aquí en esta tierra.... ¡ande yo caliente... y ríase la gente!

21 Así piensan los malos, pero se equivocan; su propia maldad los ha vuelto ciegos. 22 No entienden los planes secretos de Dios ni esperan que una vida santa tenga recompensa; no creen que los inocentes recibirán su premio.
23 En verdad, Dios creó al hombre para que no muriese, y lo hizo a imagen de su propio ser; 24 sin embargo, por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la sufren los que del diablo son.


Como dijo Kierkegaard, "La puerta de la felicidad se abre hacia afuera, y el que intentase forzarla en sentido contrario la cerraría más fuertemente". Pidamos a Dios la Sabiduría necesaria para no ser tan atrasados como los actuales progresistas que caen en los mismos errores de hace 23 siglos... la Sabiduría que nos enseñe en nuestra vida a abrir la puerta de la felicidad.

miércoles, 1 de marzo de 2006

Las Bienaventuranzas

Quizá uno de los pasajes del Evangelio que causan más desconcierto -especialmente en el mundo occidental- sea el que se refiere a la proclamación de las Bienaventuranzas. Para algunos son absolutamente incomprensibles y para otros se trata de una especie de techo máximo a alcanzar por los que aspiran a la santidad en esta tierra. Sin embargo, si las leemos detenidamente, vemos que se trata de recomendaciones sencillas para alcanzar la felicidad -la bienaventuranza- en esta vida y, después, en la otra. No es que se trate de un objetivo máximo, sino del cimiento sobre el que debemos edificar nuestra felicidad: ¡no son la meta, sino el punto de partida!


Vamos a comprobarlo:

Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.

La única manera de alcanzar la felicidad no es disponer de muchas cosas materiales, sino, por el contrario, poder liberarse de su dependencia, enseñorearse sobre ellas y saber utilizarlas como medio para nuestra perfección humana y espiritual. Si no somos "pobres de espíritu" y aligeramos nuestro equipaje, nunca alcanzaremos nuestra meta, porque habremos confundido los medios con nuestros fines. Efectivamente, si lográsemos no depender del reino material, ya estaríamos en el Reino de los Cielos.


Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.

El dolor es la piedra de toque del amor, es la manifestación más genuina de éste: nadie tiene más amor que el que da su vida por los demás. Como decía la Madre Teresa de Calcuta: "Amad hasta que os duela el amor". Sólo seremos felices si somos capaces de afrontar el sufrimiento por amor. Así no tendremos miedo a la vida... ni a la muerte; y, en cualquier caso, seremos consolados... por Dios y por aquellos a quienes amamos.

Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.

Debemos buscar la perfección humana en todas nuestras tareas; pero sabiendo que el éxito no nos pertenece, que somos únicamente instrumentos de Dios, que queremos completar su Creación para beneficio de los demás. Si somos humildes, nos ahorraremos tantos y tantos sinsabores que acarrea la soberbia: sabremos gozar del éxito sin provocar envidias; vernos recompensados con el cariño ajeno; sentirnos como los herederos de la tierra, pero sin estar pegados a ella.


Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados.

Auténtica hambre de conocer y cumplir el plan de Dios para nosotros, hambre de santidad, de que nuestra vida sea un camino ascendente. Cuando se afronta con este ansia el Camino, el hambre será saciada, porque la meta siempre se alcanza.


Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.

Es feliz el que sabe amar a todos los que le rodean, acompañándoles siempre en sus alegrías y tristezas: teniendo corazón compasivo "miserere corde", entrañas de misericordia; porque el que se ocupa de los demás,olvida sus propias penas.


Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.

Qué felicidad tener un corazón grande y limpio, para que nuestra alma pueda ver a través de él. Si no eliminamos cualquier rastro de egoísmo y suciedad en nuestra mirada, si vemos a los demás como posible objeto de placer, no podremos ver ni el corazón ajeno ni a Dios.


Bienaventurados los pacíficos,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Qué felicidad sentir la paz y sentir que hemos ayudado a conseguirla. El odio, el rencor y la revancha nos podrán proporcionar un éxito momentaneo... pero nunca la paz, que es consecuencia de la justicia, de sabernos en el buen camino. Sembremos concordia y nos haremos hijos de Dios.


Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.


Qué felicidad no depender de los juicios ni criterios humanos; no ser esclavos del qué dirán, de nuestros complejos, de nuestros prejuicios... liberados de todo eso nos encontraremos como en el Cielo.

Lo dicho, las Bienaventuranzas no son la meta, sino el punto de partida para la felicidad... y a los que no logremos alcanzarla en esta tierra nos queda la esperanza de la bienaventuranza absoluta en el Cielo. Vamos a intentarlo.

lunes, 20 de febrero de 2006

Los dones del Espíritu Santo

Quizá el peor mal que padece la sociedad occidental actual sea haber perdido el sentido común, como consecuencia de tanto aferrarse al relativismo moral y al concepto de libertad como mera "liberación de toda traba". Resulta que ahora tenemos muchos más conocimientos científicos; pero somos menos sabios... y es la sabiduría y no el conocimiento lo que nos lleva a la felicidad.

La Iglesia, que es muy sabia, entre otras cosas porque lleva dos mil años observando al hombre, ha resumido lo que el hombre necesita para ser santo -y, por tanto, para ser feliz - en lo que llamamos dones del Espíritu Santo, que son siete. Creo que merece la pena repasarlos y tratar de conseguirlos.

El primero don es la SABIDURÍA: que es la cualidad que nos permite dirigir nuestra vida según el plan de Dios; en concreto, la inteligencia habilitada para la felicidad. Sabio no es el que sabe muchas cosas, sino el que actúa sabiamente. El sabio es el que encamina su vida al fin que le es propio y, en consecuencia, alcanza la felicidad. Por lo tanto, es más sabio el que logra formar una familia feliz, que el científico que descubre importantes innovaciones técnicas.

El segundo es el ENTENDIMIENTO: la facultad que nos permite entender la palabra revelada por Dios... pero también es la cualidad de saber interpretar los signos que nos rodean, los acontecimientos de nuestra vida; en definitiva, aprender de nuestra experiencia y escarmentar antes en cabeza ajena que en la propia.

El tercero, y quizá el menos importante, es la CIENCIA: es el don que nos permite conocer el mundo físico que nos rodea y las leyes que lo rigen... es lo que ha permitido el fabuloso progreso material del que disfrutamos... pero que no nos ha proporcionado un progreso espiritual paralalo que nos lleve a la felicidad. El mundo actual sólo valora la ciencia, sin darse cuenta de que, sin estar incardinada en las demás facultades, no sirve para lo fundamental. Por esto hay tantos científicos que no son felices; y tánto progreso que nos lleva a la amargura!

El cuarto don es muy práctico, se trata del CONSEJO: es la capacidad de aplicar a nuestra vida, en cada circunstancia, las facultades que nos han proporcionado los anteriores dones. De nada nos serviría entender muy bien la palabra de Dios, o tener profundos conocimientos médicos, si luego no somos capaces de convertirlos en algo que nos permita mejorar nuestra vida. Por supuesto, el don de consejo también ha de servir para ayudar a los demás a encontrar la felicidad.

Pero para todo lo anterior necsitamos el cuarto don, que es la FORTALEZA: no basta con saber cómo debemos actuar, sino que es necesario llevarlo a la práctica; y una vez comprometidos en ello, tenemos que perseverar todo el tiempo que sea necesario, superando las adversidades que encontremos por el camino.

También resulta muy conveniente contar con el don de la PIEDAD: que es la reverencia debida a nuestro Padre Dios; y, en un orden de cosas más material, es el aprecio de lo valioso: la belleza, la verdad, el bien. Esto nos permitirá disfrutar a tope de nuestra vida y conseguir una felicidad -si me permites la expresión- más intensa.

Por último, un don cuyo nombre suele llevar malinterpretaciones. Me refiero al TEMOR DE DIOS. No se trata de vivir angustiado por si Dios en respuesta a cualquiera de mis errores me fulmina con un rayo. Se trata de de tener un profundo temor a defraudar a Dios; y esto por dos razones: la primera, porque el amor a nuestro Padre Dios nos debe inducir a cumplir con su voluntad; la segunda -mucho más prosaica- porque el apartarnos de dicha voluntad nos aparta de nuestro camino a la felicidad. El mundo actual tiene la osadía de decir que no le teme a Dios... y, en consecuencia, vive amedrentado por mil temores y -en muchos casos- supersticiones. En definitiva, este don nos tiene que llevar al "miedo a equivocarnos", a "meter la pata" y estropear nuestra vida... a pensar que las consecuencia de nuestros actos no son neutras, que nos afectarán en el futuro y afectarán a los demás... a vivir con la responsabilidad de que tenemos que alcanzar la felicidad para nosotros y para los demás.

Qué pena que en el mundo actual se desconozcan estos siete fundamentos para alcanzar la felicidad... porque su desconocimiento nos lleva a que ni siquiera podemos pedirle al Espíritu Santo que nos proporcione sus siete dones.

Nosotros, que ya lo sabemos, no dejaremos pasar la oportunidad de hacerlo a diario.

martes, 3 de enero de 2006

El Cristianismo

Veíamos en la última entrada que la religión verdadera es el mejor camino para amar a Dios como El quiere ser amado; y repasamos sus principales características. Lógicamente, tenemos la obligación de buscar la religión verdadera y practicarla: vamos a ver qué religiones se identifican con las características expuestas

Sintoísmo (religión oficial en Japón) es más una actitud sagrada que una religión. No tiene fundador, ni dogmas, ni código moral preciso. Admite un Dios supremo; pero también otros dioses con apariencia animal. Su moral se basa en la adecuación de la vida a la voluntad divina. Se rinde culto a los poderes espirituales y al emperador. Existe mitología. No encontrarás ninguna referencia al amor en esta religión.
Budismo: fundado por Buda en la India (Siddhârtha, +563 a.c.), que deja el lujo y la quietud de su casa en busca de la verdad y su liberación interior. Su doctrina se puede resumir en que el dolor se suprime suprimiendo el deseo; la supresión se consigue con la pureza de meditación y acción. La salvación espiritual se basa en la reencarnación (metempsícosis) hasta alcanzar una existencia impersonal. Se excluye la noción de Dios Supremo y el alma. Más que una religión, se trata de una terapia para suprimir el dolor, ya que no persigue la relación entre la criatura y su Creador. Tampoco aquí encontrarás nada parecido al amor, aunque sí una gran fortaleza espiritual.
Hinduismo: religión inmemorial de la India. Cree en un Dios supremo (Brahmán), causa y origen de todo; pero también es politeísta (Visnú y Shiva son los dioses menores más importantes). No tiene credo común, ni sistema filosófico, ni jerarquía, ni culto público, ni ritos uniformes. Se puede ser escéptico, ateo o agnóstico y buen hinduista, ya que lo que importa es la conducta, no la creencia. Para el hinduismo la eternidad no es un encuentro con el amor, afirmación de la personalidad, sino la disolución en el todo.
El Brahamanismo se confunde con el hinduismo: orden universal, sacrificios rituales y jerarquización del mundo (sistema de castas). Búsqueda de la verdad a través de la lógica sistemática. ¿Dónde te hablan del amor? ¿Cómo encontrar aquí las respuestas a los retos diarios?
Confucianismo: doctrina de Confucio (n. 552 aC en China) no tiene Dios, ni sacerdotes ni templos; es más una filosofía política. Busca una ética moral y social -basada en la ley natural- para crear hombres perfectos y superiores, que puedan gobernar rectamente a otros hombres. Pero no te confundas, no tienen un concepto parecido al de la caridad cristiana; buscan únicamente la rectitud en sí misma; y no satisface la necesidad del hombre de trascendencia.
Taoísmo: fundado por Lao-Tse (n. el 604 a.C. en China) busca la salvación fuera de la experiencia ordinaria del mundo. Es monoteísta panteísta. Su principio es no actuar, no intervenir, dejar a las cosas seguir su curso natural, porque la madre naturaleza es divina. Su ética es individualista, no social. Propugna la humildad y profundizar en la interioridad. Es el polo opuesto al confucianismo. Como puedes ver, tampoco se ocupa de la caridad, ni da respuesta a las cuestiones sociales.

Zaratustra o Zoroastro (600 a.C. en Persia). Su dios en Ahura Mazda (el Sabio Señor), predica una moral elevada. Cree en la otra vida, el juicio con premio o castigo. Admite cierto politeísmo, con divinidades buenas y malas, que se enfrentan entre sí en un plano de igualdad. Admite la oración, el culto, la ascética y la moral. Por desgracia, Zaratustra no llegó a predicar algo parecido a las bienaventuranzas, ni descubrió la maravilla de un Dios Padre.
Judaísmo: religión revelada por el único Dios creador, con el que establecieron una Alianza, mediante la cual deben cumplir el Decálogo, posteriormente concretado en seiscientos trece preceptos (unos positivos, otros negativos) que regulan minuciosamente los diversos aspectos de sus vidas. Al seguir esperando en el Mesías, no han recibido el mensaje de Jesús de que somos hijos de Dios, que es amor; ni conocen las bienaventuranzas ni la caridad cristiana.
Islamismo: fundado por Mahoma en el siglo VII, a quién el único Dios (Alá) le reveló su auténtica Ley, libre de las impurezas del judaísmo y el cristianismo. Esta religión abarca las creencias, prácticas rituales y el ordenamiento jurídico religioso; pero también comprende la organización administrativa, jurídica, política y económica. Su fe consiste en creer en Alá, sus ángeles, los profetas, la vida futura, la resurrección, que el Corán es la Ley divina positiva y que Mahoma es el profeta enviado. A Dios toda la gloria; pero no parecen haber recibido el mensaje de que es Padre amoroso. Están más influidos por el fatídico destino que por el espíritu de las bienaventuranzas, que desconocen.
Existen otras religiones que tuvieron menos importancia o que no han tenido influencia en nuestro tiempo. Todas ellas son politeístas y mitológicas, su culto y ritual se centra en solicitar el favor o aplacar la ira de sus dioses: la religión griega, romana, egipcia (salvo el corto período de Atón, que era un Dios único y amoroso), inca, maya, azteca, etc...; éstas últimas, incluso practicaban los sacrificios humanos.

Pues bien, vemos que el Cristianismo es la única religión que reúne todos estos requisitos: Predica a un solo Dios, creador y señor de todas las cosas, que se revela al hombre y le ama; y que le revela la filiación divina y la dignidad igual de toda persona humana; contiene la Ley Natural para regular en todos sus aspectos la vida espiritual y material del hombre; se preocupa por las relaciones entre los hombres y su perfeccionamiento (moral natural), además de guiarle en su necesaria relación con el Creador. El Decálogo que rige el cristianismo comienza por dirigir al hombre hacia Dios (el culto en los tres primeros mandamientos: amarás a Dios sobre todas las cosas); pero inmediatamente pasa a preocuparse de las obligaciones del hombre consigo mismo y con los demás (la moral en los siete últimos mandamientos: amarás al prójimo como a ti mismo).

Pero no es que el Cristianismo sea la religión verdadera por exclusión de las demás, sino porque las supera y comprende a todas. Por una parte, la religión Católica tiene elementos que ponen de manifiesto que no puede proceder de mente humana: ¿A qué hombre se le habría ocurrido imponer el amor a los enemigos y el bien a los que nos persiguen?; y más aún, ¿qué religión meramente humana mantendría estos preceptos después de veinte siglos de mayoritario incumplimiento?; y, por otra parte, sólo en la Iglesia Católica
se cuenta con las promesas, los sacramentos y demás medios de salvación, que permiten al hombre unirse a Dios.

Al repasar la Historia objetivamente, encontramos que sólo en el mensaje del Evangelio se dan las raíces de teorías tan modernas como la igualdad de todos los hombres, la igualdad de hombre y mujer, la preocupación por los más necesitados, la defensa de la vida... y, además, la caridad, la justicia, la generosidad, el perdón, la paz, etc...

Entre otras cosas, porque ha sido el Evangelio el que ha hecho de occidente el defensor de estas teorías tan modernas.

domingo, 1 de enero de 2006

La Religión Verdadera

Si entendemos por religión la manera como el hombre se relaciona con Dios, entonces coincidirás conmigo en que la religión es un asunto tremendamente importante para cada uno de nosotros. Desde este punto de vista, sólo existe una religión auténtica: aquella que recoge la forma en que Dios quiere que nos relacionemos con Él, para encontrarle, conocerle y amarle; y, así, ser felices. No se trata de que encontremos el camino que más nos gusta a nosotros [esas religiones de "supermercado" hechas "a la carta" en que cada uno toma lo que le gusta], sino de encontrar el camino que nos llevará a Dios. Por supuesto, para el hombre es imposible encontrar el camino de lo sobrenatural, porque es algo que excede a sus posibilidades naturales;... pero contamos con la ayuda de Dios, el primer interesado en que le encontremos.

Establecidas dichas premisas, podemos ir sacandoconsecuencias de cómo debería ser la Religión Verdadera:

En primer lugar, la religión se debe referir a un Dios único, pues en caso contrario, deberíamos seguir ascendiendo en el "escalafón de los dioses", con objeto de conocer a Aquél del que todo procede; el Primero de ellos, el Ser Supremo, el Único verdadero. De esta forma deberemos eliminar todas aquellas religiones politeístas: no creo que hoy sea serio plantearse existencia de un Olimpo repleto de dioses, muchos de ellos con formas animales, que están constantemente disputando entre ellos por cuestiones domésticas.

Además, la religión debe regir la relación del hombre con su Creador; debe tratar de cerrar ese abismo que existe entre el espíritu y la materia, entre lo eterno y lo temporal; pero no puede limitarse a exigir de la criatura una serie de ritos que satisfagan la vanidaad del Creador. Por definición, la criatura no puede dar nada a su Creador que éste no tenga ya. Aplacar la ira del dios mediante sacrificios no tiene sentido en sí mismo, sino únicamente como símbolo: demuestra el arrepentimiento del hombre y la disposición de Dios a perdonar. Por lo tanto, la religión que trate de unir la criatura con el Creador debe hablar de Amor, que es lo único nuevo que la criatura puede ofrecer, mediante el ejercicio de su libertad. De esta forma, quedarían eliminadas las religiones meramente rituales, fetichistas o mágicas: no buscamos la ayuda del más allá mediante fórmulas mágicas, sino la relación personal con quien puede compadecerse de nosotros...

Por otra parte, la religión no puede consistir únicamente en una técnica que mejore el espíritu del hombre, sublimándolo de tal manera que lo despoje de su componente material. En todo caso debe guardar un equilibrio entre lo material y lo espiritual, el cuerpo y el alma. Tan erróneo sería atender únicamente al cumplimiento material de la Ley Natural (filantropía, solidaridad, justicia), como olvidar que hemos sido creados con un cuerpo en medio de un mundo material (henchid y dominad la Tierra). Las religiones tendentes a la exaltación del espíritu en sí mismo, de la meditación transcendental y el yoga, suponen una buena gimnasia espiritual; pero no ponen en relación al hombre con Dios, sino únicamente con su propia alma, con un manifiesto desprecio de todo lo material: separan al hombre del cuerpo, sin unirlo a su Creador. La religión verdadera se debe preocupar también de la relación del hombre con la materia, indicarle el camino para utilizar la creación correctamente durante su etapa temporal; y, con mucho más motivo, debe regir las relaciones de los hombres entre sí.

Si atendemos a los atributos que predicamos de Dios, la religión debe preocuparse también de los asuntos de la criatura. Si Dios crea voluntaria y libremente, resulta lógico que se preocupe por su criatura. No tendría objeto crear algo caprichosamente para luego olvidarse de ello. Y, como el Creador no puede obtener nada de su criatura, porque es perfecto e inmutable, lo razonable es que imponga al hombre como único deber el actuar del modo como más se perfeccione y realice completamente su naturaleza; y que le exponga el camino para ello. Por eso la religión debe contener una orientación moral suficientemente minuciosa como para guiar a sus fieles en todo lo necesario.

La religión no puede ser inventada por el hombre, sino que tiene que ser revelada por Dios: hasta que el hombre no conoce a Dios, no sabe como tratarlo. Como afirma el Cardenal Newman, "la Religión Natural debe ser apoyada y completada por la Revelación".

Ya tenermos las carácterísticas de la religión verdadera... ahora sólo nos queda identificarla.

lunes, 26 de diciembre de 2005

El mejor amante.

Como estamos en fechas navideñas, creo que debemos volver a hablar de amor.

Si el amor es algo tan importante en nuestra vida, debemos buscar maestros que nos enseñen... He estado pensando y, por supuesto, los mejores amantes no se pueden encontrar entre esos personajes que nos presenta la prensa del corazón... personas que tienen fama de "expertos en amor" porque han tenido "muchos amores". Precísamente en este tema, el tener mucha experiencia es síntoma de que el trabajo se realiza mal: el mejor amante es el que sólo tiene un gran amor y lo mantiene toda su vida.
La verdad es que las más grandes expresiones de amor las he encontrado en personas que, en su mayor parte, ¡ni siquiera estaban casadas! Y es que, como el amor es una manifestación de la espiritualidad de la persona -una de las potencias del alma-, se es mejor amante cuanto más se cultiva el espíritu. Por supuesto, el mejor amante de todos los tiempos fué Jesucristo: quien mejor conoce al hombre y quien más dio por el hombre. Y así, he comprobado que los ejemplos de amor más intensos se encuentran entre los amantes de Jesucristo.

A continuación te transcribo algunos... el que pueda añadir más, que los envíe en un comentario:


San Agustín, obispo de Hipona:

Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.

Tarde os amé, Dios mío, hermosura tan antigua y tan nueva; tarde os amé. Vos estabais dentro de mi alma, y yo distraído fuera, y allí mismo os buscaba: y perdiendo la hermosura de mi alma, me dejaba llevar de estas hermosas criaturas exteriores que Vos habéis creado. De lo que infiero que Vos estabais conmigo, y yo no estaba con Vos; y me alejaban y tenían muy apartado de Vos aquellas mismas cosas que no tuvieran ser si no estuvieran en Vos. Pero Vos me llamasteis y disteis tales voces a mi alma, que cedió a vuestras voces mi sordera. Brilló tanto vuestra luz, fue tan grande vuestro resplandor, que ahuyentó mi ceguedad. Hicisteis que llegase hasta mí vuestra fragancia, y tomando aliento respiré con ella, y suspiro y anhelo ya por Vos. Me disteis a gustar vuestra dulzura, y ha excitado en mi alma un hambre y sed muy viva. En fin, Señor, me tocasteis y me encendi en deseos de abrazaros
. (San Agustín, Confesiones, libro X, cap. 27, 38)

Santa Teresa de Jesús:
Importa mucho y el todo... una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabaje lo que trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allí, siquiera muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo. (Camino de Perfección.)

San Juan de la Cruz:
COPLAS DEL ALMA QUE
PENA POR VER A DIOS:
Vivo sin vivir en mi
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.
1. En mí yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo;
pues sin él y sin mí quedo,
este vivir, ¿qué será?
Mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo porque no muero.
2. Esta vida que yo vivo
es privación de vivir;
y así, es contino morir
hasta que viva contigo.
Oye, mi Dios, lo que digo,
que esta vida no la quiero;
que muero porque no muero.
3. Estando absenté de ti,
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padescer,
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí,
pues de suerte persevero,
que muero porque no muero.
4. El pez que del agua sale
aun de alivio no caresce,
que en la muerte que padesce,
al fin la muerte le vale.
¿Qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero,
pues si más vivo, más muero?
5. Cuando me pienso aliviar
de verte en el Sacramento,
háceme más sentimiento
el no te poder gozar;
todo es para más penar,
y muero porque no muero.
6. Y si me gozo, Señor,
con esperanza de verte,
en ver que puedo perderte
se me dobla mi dolor;
viviendo en tanto pavor
y esperando como espero,
muérome porque no muero.
7. Sácame de aquesta muerte,
mi Dios, y dame la vida;
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte;
mira que peno por verte,
y mi mal es tan entero,
que muero porque no muero.
8. Llórate mi muerte ya
y lamentaré mi vida
en tanto que detenida
por mis pecados está.
¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será
por no verte como quiero,
cuando yo diga de vero:
vivo ya porque no muero?

CANTICO ESPIRITUAL
Canciones entre el Alma y el Esposo:
Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.

Beata Madre Teresa de Calcuta:

"Amad hasta que os duela el amor".
"El éxito del amor reside en el mismo amor, no en el resultado de ese amor".

Lope de Vega:

SONETO A JESÚS CRUCIFICADO:
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?
¡0h cuánto fueron mis entrañas duras
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡ Cuántas veces el ángel me decía:
"Alma, asómate agora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía!"
¡Y cuántas, hermosura soberana,
"mañana le abriremos", respondía,
para lo mismo responder mañana!

Francisca Javiera del Valle:

Mil vidas si las tuviera
daría por poseerte,
y mil... y mil más yo diera...
por amarte si pudiera...
con ese amor puro y fuerte
con que Tú, siendo quien eres...
nos amas continuamente.

A Dios hay que buscarle, servirle y amarle desinteresadamente; ni por ser virtuoso, ni por adquirir la santidad, ni por la gracia, ni por el cielo, ni por la dicha de poseerle, sino sólo por amarle; y cuando nos ofrece gracias y dones, decirle que no, que no queremos más que amor para amarle, y si nos llega a decir pídeme cuanto quieras, nada, nada le debemos pedir; sólo amor y más amor, para amarle y más amarle.

jueves, 22 de diciembre de 2005

Pero... ¿hago lo que quiero o lo que puedo?

Por lo que venimos comentando en entradas anteriores, creo que queda clarísimo que la libertad es algo más importante que hacer cada uno lo que nos venga en gana en cada momento: aunque esto también sería ejercicio -bien pobre, por cierto- de nuestra libertad. Pensar lo contrario nos llevaría fácilmente a confundir el hacer "lo que uno realmente quiere", con el dejarse llevar por el instinto y la satisfacción del deseo; y terminamos por hacer únicamente "lo que a uno le gusta" o simplemente "lo que uno puede", que es muy distinto. El "querer" supone una determinación expresa y adoptada conscientemente por nuestra voluntad; el "gustar" supone simplemente la consecución del placer momentáneo, la satisfacción de los sentidos. La actitud hedonista -búsqueda del placer a toda costa-, que tan extendida está en la sociedad actual, es fundamentalmente irracional, pues actúa siguiendo el impulso del placer inmediato del cuerpo, del institnto, incluso en contra de los dictados de la razón, que impulsan a perseguir el bien previamente conocido por ella.

Cuando esta actitud hedonista se prolonga en el tiempo, llega a anquilosar la voluntad y, entonces, ya no podremos actuar de otra forma: nos habremos creado una coacción intrínseca difícil de superar (al igual que ocurre con un drogadicto, el que anquilosa su voluntad por falta de ejercicio, acaba dependiendo sólo de su instinto).

El desconocimiento del sentido auténtico de la libertad y la posibilidad del hombre para imponerse a sus instintos (que para nosotros no son imperativos, al contrario de lo que ocurre con los animales no racionales), cuando se unen a una falta de moral (desconocimiento o rechazo del bien objetivo o Ley Natural), llevan al vacío existencial: se pierde el sentido de la propia vida. Entonces se hace únicamente lo que los demás hacen (siguiendo ciegamente la moda) o lo que los demás nos imponen (cediendo a su autoritarismo); porque no tendremos nuestro propio código de conducta, no tendremos un punto de referencia al que dirigirnos: en definitiva, perdemos nuestra identidad, perdemos nuestra capacidad de autodeterminarnos; y esta es, precisamente, la definición de libertad: la capacidad para autodeterminarse. Estamos ante la peor forma de esclavitud, de la que nadie -salvo Dios- puede liberarnos.

Este vacío existencial se produce porque, si nos limitamos a sustituir la búsqueda del sentido de la vida por la satisfacción del deseo, por la consecución de las tres "P" que parecen regir nuestra sociedad actual (Placer, Poder y Poseer), el vacío no se llena, sino que únicamente se encubre; y volverá a aparecer bruscamente con toda su crudeza cuando el poder, placer o las posesiones nos falten; o cuando nos vuelvan a parecer insuficientes. Como decía antes, ¿cuánta gente cree que hace lo que quiere, cuando realmente su debilidad de espíritu le permite hacer únicamente lo que puede? Por ello resulta absurda la postura de tratar de facilitar la vida del hombre mediante el relativismo de la verdad y el permisivismo moral. La ausencia de una verdad universal, apoyada por una norma de conducta clara y objetiva, no facilitará la vida de nadie, sino que imposibilitará el establecimiento de un proyecto de vida, que será reemplazado por la angustia de la constante duda.

Porque la FELICIDAD no consiste en comodidad o placer, sino en saber que nuestra vida transcurre por el camino correcto, por muy duro que éste sea.

domingo, 18 de diciembre de 2005

¡Feliz Navidad 2005!

Quiero compartir con vosotros la alegría de la Natividad del Señor y desearos que el próximo año 2006 os traiga a todos la Paz.

Y... ¿qué es la verdad?

Lo dicho en las anteriores entradas, pone de manifiesto la necesidad de buscar la verdad en cada campo de actuación humana, sin enmascarar esta verdad con lo que nos gustaría que fuese o nos resultaría más cómodo. ¡Nos estamos jugando en ello nuestra libertad! Un error muy común en nuestros días es entender este proceso justamente al revés: pensar que la verdad depende de la voluntad humana y que puede ser distinta para cada hombre. Si eliges "tu verdad" en vez de tratar de buscar "la verdad objetiva", entonces se da el absurdo de que es tu voluntad la que guía a tu voluntad, sin que tengas ningún otro punto de referencia ajeno a ti mismo: seguirás el errático rumbo de tu último capricho. Es en este sentido en el que Cormac Burque habla de la "autoridad de la verdad": aunque la mente es el único medio de llegar a la verdad, la verdad es mayor que la mente. La verdad es el acuerdo del juicio de la mente con el ser de las cosas conocido en él: no es producto de la mente, es anterior a ella. Por esto, no podemos elegir la verdad que más nos guste; la verdad es única; y lo único que puede hacer el hombre es conocerla o ignorarla: nunca inventarla. Además, cuando aceptamos que la verdad depende de la opinión subjetiva, entonces estamos dejando la verdad a merced de quienes tienen el poder de crear opinión e imponerla a los demás: los medios de comunicación nos imponen la tiranía de su verdad, la que a ellos les parezca más conveniente en cada momento a sus intereses. Si lo piensas detenidamente, te asustará comprobar que en un mundo subjetivista y relativista como el actual, la verdad y, por tanto, nuestra libertad, esté en manos de los medios de comunicación, de los manipuladores de la opinión pública.
Ahora la cuestión a plantearse es ¿cómo alcanzar la verdad? Pues bien, para conocer la verdad habitualmente hay que confiar en alguna autoridad reconocida, ya que no nos es posible profundizar por nuestra cuenta en todas las ramas del saber. La definición clásica de autoridad nos sirve ahora: la autoridad es el saber universalmente reconocido; entendiendo la sabiduría como capacidad de discernir el bien del mal, es decir, distinguir la verdad del error. Tenemos que elegir una autoridad de la que podamos fiarnos; y debemos hacer esta elección honradamente, pues es mucho lo que nos jugamos: no se trata de pasar ningún examen, sino de alcanzar nuestra propia felicidad. En contrapartida, los que ejercen la autoridad del saber lo deben hacer como servicio a los demás, no como ejercicio del poder, pues, en este caso, estarían ejerciendo la más cruel de las tiranías.Los católicos contamos con la autoridad de la Iglesia Católica que, con sus enseñanzas sobre la fe o la moral -descendiendo a aspectos particulares de la vida de cada tiempo-, nos presta uno de los servicios más útiles que existen: nos señaliza el camino de nuestra perfección, de nuestra felicidad. En este sentido, la fe católica es un privilegio impagable. La información que nos da, lejos de limitar la libertad del hombre, la amplía, facilitando las decisiones correctas de la conciencia y la voluntad. En frase de Cormac Burque te diré que no nos fuerza, sino que nos informa. Por ello, para los católicos, un ejercicio inteligente de la libertad será seguir los consejos de su Iglesia en la aplicación de la Ley Natural a la vida moderna, sin que esto suponga la renuncia a entender dichos consejos con la propia razón, en la medida en que se tenga formación y capacidad intelectual para ello.

Elegir un buen guía -o un buen entrenador- no es perder la libertad, sino asegurarnos de usarla plénamente.

lunes, 12 de diciembre de 2005

La libertad, ¿nos hace libres?

Una vez aclarados los conceptos fundamentales sobre la libertad, deberíamos estudiar qué características debe tener para ejercerla correctamente y que nos permita llegar a ser libres. Por supuesto, nos vamos a centrar en la libertad intrínseca, aquella cuyo correcto ejercicio depende de cada uno y no de circunstancias externas.

Como primera premisa, la libertad ha de tener un objetivo, de lo contrario se convierte en un errático proceso de elección entre opciones inconexas. Una cosa es el ejercicio de la libertad plasmado en actos concretos de nuestra voluntad siguiendo un plan determinado, con un objetivo concreto; y otra cosa es la libertad de obrar para la satisfacción de los instintos o para la mera elección entre opciones indiferentes. El ejercicio de la libertad, nuestra voluntad, debe perseguir un objetivo concreto y preconcebido: acorde con el fin de la naturaleza humana. Como dice el poeta alemán Friedrich Hebbel: "La vida no es algo, sino que es la oportunidad para algo"; pues bien, es a este algo al que debemos dirigir nuestra libertad; y evitar desaprovechar la oportunidad de alcanzarlo. Si no nos marcamos una meta, un destino, que guíe nuestra voluntad, no estaremos utilizando provechosamente la libertad.

Por otra parte, la libertad únicamente puede ejercerse en relación a la verdad. Si hemos de elegir, deberemos estar correctamente informados de todas las posibilidades de elección y de las consecuencias de cada una de ellas. Si estamos en el error, nuestras decisiones serán aparentemente libres como actos de nuestra voluntad; pero no habrán sido libres en cuanto que pretensión de alcanzar un objetivo. Habremos elegido libremente una cosa, pero fruto de nuestra ignorancia o nuestro error, conseguimos otra. De esta forma, el error y la ignorancia se manifiestan como la coacción intrínseca más fuerte que existe, ya que anula la libertad sin que la voluntad se dé cuenta: ni siquiera existe posibilidad de rectificar.

Debemos explicar esta última afirmación un poco más. Cuando encontramos dificultades en lograr un objetivo que nos hemos propuesto, podemos forzar nuestra voluntad para seguir intentándolo o buscar nuevas formas de alcanzarlo; pero cuando estamos persiguiéndolo de forma errónea, el empeño de nuestra voluntad sólo conseguirá que nos desviemos cada vez más de nuestro objetivo. Por ejemplo, si en tu empresa te ordenan ir a Barcelona y tú decides ir a Sevilla, en cualquier momento podrás rectificar tu decisión y adecuarla a los objetivos de tu empresa. Pero si tu enfilas por error la carretera de Sevilla creyendo que es la de Barcelona, ni siquiera te plantearás la posibilidad de rectificar; y cuanto más avances, más equivocado estarás. Sólo si sales del error podrás rectificar y cumplir los objetivos de tu empresa. Otro ejemplo: si decides tomar una medicina con el convencimiento de que te curará, pero resulta que es un veneno, habrás ejercido tu libertad en el sentido opuesto al que pretendías: la ignorancia imposibilitó tu libertad y tu buena intención no evitará tu muerte. Como ves, la ignorancia, además de anular tu libertad, no te evita sufrir las consecuencias del error cometido.

Este es el sentido de la frase evangélica "la verdad os hará libres" (Jn 8, 32), que tiene en nuestros días especial vigencia, ya que ahora existen mayores cotas de libertad a ejercer: pero no podremos ejercerla si no nos liberamos de la ignorancia y el error. Por esto se puede afirmar que la libertad no nos libera, sino que simplemente nos permite actuar; lo que nos libera es la verdad, que es la que nos permitirá determinar el sentido de nuestra vida, marcarnos un rumbo y seguirlo de la manera más efectiva.

Por último, la libertad ha de ser responsable. No tiene valor alguno la decisión que se toma sin intención de afrontar -o de disfrutar- sus consecuencias. Las decisiones no terminan en el momento de su adopción, sino que se proyectan en nuestra vida durante un tiempo: a veces durante un largo período o el resto de nuestra vida. El que acepta responsablemente las consecuencias de sus decisiones no es menos libre, aunque ello le exija renunciar a otras opciones que se le puedan plantear posteriormente, sino que simplemente es consecuente con su conducta: está ejerciendo su responsabilidad.

El ejercicio de la libertad está vinculado a la posibilidad de elección o cambio; pero si nos auto-determinamos un proyecto de vida y luego lo estamos modificando constantemente, entonces no estaremos ejerciendo la libertad, sino la irresponsabilidad.

La libertad es una facultad que debemos ejercer con responsabilidad si queremos ser libres.

viernes, 9 de diciembre de 2005

Hablemos de la libertad

En algún apunte anterior comentamos que la libertad es una manifestación de la espiritualidad humana, de la existencia de nuestra alma: es la consecuencia de que nuestra conducta no esté predeterminada por los instintos, sino que la decidamos con nuestra voluntad. En este sentido, nuestra libertad de opción es absoluta; podemos utilizarla para el bien o para ir contra nuestra propia naturaleza. Como puedes ver, el principal defensor de la libertad humana, el que más la respeta, es Aquél que la ha creado; y esto es así, porque la libertad es uno de los dones más importantes que ha dado al hombre y que le faculta para lo más grande que un hombre puede hacer: amar. La actitud actual de reclamar y divinizar la libertad sería muy correcta, si no fuera por que lo que la sociedad actual entiende por libertad se parece más al libertinaje que a la auténtica libertad.

Además, el valor absoluto de la libertad tiene también un aspecto subjetivo: sólo nos será útil si sirve para la consecución de los fines que tenemos previstos; y esto será posible en función del uso que hagamos de ella. Si tu libertad no te sirve para realizarte plenamente como persona, lo mismo te hubiese dado no tenerla, pues tu vida se quedará en un nivel meramente material, instintivo, al igual que la de los demás seres que carecen de libertad. Por esto, es muy importante saber qué es la libertad, cuales sus limitaciones y cómo usarla bien: ¡vamos a ello!

Deberíamos empezar por definir libertad: serás libre si "eres dueño de ti mismo para actuar según tu naturaleza y alcanzar la felicidad". Dicho de otra forma, la libertad es "la capacidad del hombre para autodeterminarse, para evitar la coacción".

Para seguir aclarando conceptos, tenemos que distinguir tres tipos de coacción:

En primer lugar, la coacción moral o legal, que es la que pone límites a nuestro campo de actuación mediante normas; pero que puede eludirse con un simple acto de la voluntad, infringiendo el precepto en cuestión (por ejemplo, existe una limitación de velocidad en carretera; pero nada nos impide excederlo).

Después nos encontramos con la coacción extrínseca o física, aquella que nos impide actuar utilizando la fuerza o impedimentos materiales (por ejemplo, la policía, la cautividad o una puerta cerrada).

Por último, y más importante, la coacción intrínseca, que es aquella que nos infligimos nosotros mismos con nuestra actuación (por ejemplo, el drogadicto no es libre de dejar su adicción; aunque sí fue libre de adquirirla). Así como los animales tienen la coacción intrínseca absoluta de sus instintos, que elimina cualquier libertad de actuación, del mismo modo el hombre reduce su libertad al aumentar su dependencia de sus necesidades fisiológicas o creadas, o al actuar de una manera simplemente instintiva.

Es muy importante tener en cuenta esta distinción cuando invocamos nuestra libertad, pues no siempre se puede exigir que no exista límite alguno a nuestra actuación. Muchas coacciones legales o extrínsecas son lícitas y necesarias: no eres libre de invadir la propiedad ajena ni de infringir las leyes justas, ni tu libertad podrá restringir injustamente la de los demás.

Tampoco existe una auténtica pérdida de libertad cuando renunciamos a ella voluntariamente; por ejemplo, deberás mantener los compromisos libremente adquiridos, ya que te ataste a ellos libremente. Por el contrario, el cumplimiento de obligaciones voluntariamente impuestas es manifestación de tu libertad: asumiendo compromisos la libertad no se pierde, sino que se está ejerciendo. Lo mismo ocurre cuando elegimos: al optar por una cosa, renunciamos a las demás. Si habitualmente actuamos con la debida responsabilidad, asumiendo las consecuencias de nuestros actos, nos iremos haciendo más libres: el fortalecimiento d ela voluntas y dominio de los instintos nos facilitará la adopción y cumplimiento de nuevas decisiones libres.

Al contrario de lo que comunmente se piensa, el que ve reducida su libertad es aquél que no ha tenido voluntad para liberarse de sus intintos, ya que, al depender de ellos, no podrá adquirir compromisos y cumplirlos con responsabilidad: será incapaz de seguir un proyecto de vida coherente.

La libertad es una facultad que debemos dominar para llegar a ser libres.